La problemática ambiental cada vez más presente.
Por Guillermo Achucarro
Ingeniero Ambiental e Investigador de BASE-IS
Pareciera raro ubicarnos en un mismo espacio temporal y territorial con episodios de sequía y al mismo tiempo con ciertas inundaciones1. Pero como hoy en día lo “raro” o “anómalo” (en términos meteorológicos) es tendencia (y hasta se está normalizando), se vuelve sumamente necesario comprender y visibilizar la radicalidad y la cotidianidad de dichos fenómenos.
El Paraguay aún no sale de dos años enteros de sequías bien pronunciadas. De hecho, durante este periodo se rompieron récords de sequía a nivel histórico2. Sin embargo, en la actualidad existen regiones del país que están sufriendo consecuencias sumamente graves a consecuencias de fuertes e intensas precipitaciones que causaron inundaciones de gran magnitud3.
Más allá de los impactos ambientales y sociales que causan las inundaciones de esta índole, estos hechos en particular traen consigo la necesidad de visibilizar la “urgencia” y “profundidad” con la que se deben de tratar los distintos impactos del cambio climático a nivel país. El Paraguay, al ser el país más vulnerable ante los múltiples impactos del cambio climático a nivel Sudamérica, necesita medidas sumamente eficientes, drásticas pero por sobre todo “urgentes”.
Más deforestación, más mosquitos, más enfermedades. Así de simple
El hecho de deforestar tanto en tan poco tiempo, puede tener un sinfín de repercusiones ecológicas y sociales. En este aspecto, es sumamente importante señalar que dicho fenómeno va más allá de la absorción o emisión de gases de efecto invernadero (como quieren hacer creer los poderosos del agronegocio), teniendo en cuenta que múltiples “funciones ecológicas4” son desarrolladas dentro de cada ecosistema. Al deforestarse (De acuerdo con la plataforma Global Forest Watch el 93% de la pérdida de masa forestal en Paraguay se dio por actividades ligadas a la producción de materia prima como la carne vacuna, la soja y la madera5.) dichas “funciones” son radicalmente reducidas, o hasta en algunos casos eliminadas por completo.
Dicho de otro modo, cuando se deforesta (sea cual fuere el ecosistema que se esté deforestando), se pierden muchas de las funciones de los ecosistemas, lo cual causa grandes desequilibrios a mediana y gran escala. Un ejemplo concreto de lo mencionado más arriba, son los bosques nativos (en el Paraguay aún existen varios tipos de bosques nativos), los cuales sirven de hábitat para organismos como los distintos tipos de mosquitos. Al perder su hábitat natural, estos organismos están obligados a buscar un lugar donde seguir alimentándose.
En el caso concreto de Paraguay, el país perdió un aproximado de 6 millones de hectáreas entre el 2001 y el 2019, lo cual lo hace el segundo país que más cobertura arbórea perdió en la región sudamericana, después de Brasil, según el sistema satelital Global Forest Watch (GFW). A pesar de tener menos superficie, nuestro país supera en cantidad de áreas destruidas a naciones como Argentina, Perú o Colombia 6. Teniendo en cuenta estos detalles para nada menores, claramente el territorio nacional se encuentra en un estado de suma vulnerabilidad climática, ya que gran parte del bosque nacional sencillamente dejó de existir.
En ese aspecto, el aumento de mosquitos en territorio nacional tiene mucho sentido. Lo que nadie nos cuenta realmente, es que esto conlleva a un aumento de casos en enfermedades como el dengue y la chikunguya. A todo esto, es necesario “no” olvidar que durante el verano del 2019-2020 (justo antes del inicio de la pandemia), nuestro país sufrió una epidemia de dengue, que acorde al Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social (MSPBS), fue la más grande en las últimas décadas7.
Hoy en día el país está sufriendo una epidemia de chikunguya, que acorde a los datos del MSPBS inició en el mes de octubre del 2022. Dicha enfermedad no es del toda extraña en la región, sin embargo, los casos nunca se dispararon como ahora a nivel nacional.
No dejar que se normalicen las catástrofes ambientales. Una tarea política “clave”
Claramente el aumento sustancial de casos de chikunguya y dengue es producto de un desequilibro ambiental. No obstante, este es solo un aspecto de las distintas “catástrofes” o “crisis” que viene sufriendo nuestro país en los últimos años. En ese contexto, es necesario recordar que durante el año 2019, el Paraguay tuvo un aproximado de 70.000 familias afectadas por inundaciones. En el verano de ese mismo año es donde se inicia la epidemia de dengue mencionada más arriba, justo antes del inicio del “boom” del “Coronavirus”.
Si se toma en cuenta lo mencionado más arriba, desde el 2019 hasta la actualidad el pueblo paraguayo no deja de sufrir severas crisis ambientales. Desde inundaciones y dengue en el 2019, para luego entrar en un periodo de sequía durante el 2020 (hasta la actualidad y en paralelo con el coronavirus), y ahora con un pico de casos de chikunguya e inundaciones en algunas regiones del país.
Ante semejante realidad, es hasta “casi obligatorio” tener como eje político la crisis climática y ecológica. Sin embargo, en la actual campaña electoral es algo que poco y nada se ve o se discute.
Porque algo aquí es bastante claro y evidente, nos merecemos una vida sin tener miedo o preocupación de qué catástrofe ambiental pueda ocurrir el año entrante.
4 Son los roles o las funciones que cumplen las distintas especies de seres vivos en el ecosistema que se encuentran. Estas pueden ir desde la regulación hídrica, el control de la erosión, el aporte de nutrientes al suelo y a otros seres vivos, hasta ser hábitat de otros microorganismos que a su vez cumplen
Fuente: BASE-IS