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El Príncipe de Maquiavelo, Lugo y la hora actual

Autor: Alejandro Vial

Punto de partida; la dificultad del darse cuenta

La idea esta tarde es invitarlos a pensar que esta pasando hoy en Paraguay y de alguna manera, aventurarnos a explorar qué se puede esperar del cambio político que ha ocurrido. Cuando uno está en esta profesión de analista político, lo que busca es encontrar estructuras que le muestren señales y formas a partir de situaciones que son por lo general móviles, es decir difíciles de definir y agarrar, si bien en las épocas más estáticas, la tarea se facilita porque la realidad se hace más definida y predecible. Pero en períodos de transformación como este, la cosa se hace extremadamente elusiva móvil y cambiante, entonces la dificultad que yo tenía para venir acá a DECIDAMOS era esa; que no me resultaba fácil encontrar el karacú para contarles lo que estaba pasando, ni me era fácil tratar de armar con ustedes ese rompe-cabezas de la coyuntura política actual, como quizás sí lo era antes de las elecciones.

Porque a mí me había parecido bastante claro qué era lo que estaba pasando antes de las elecciones. Varios de ustedes estaban aquí aquella vez cuando nos reunimos a fines de enero y decíamos que el país se encontraba ante un momento histórico porque se gestaban formas políticas nuevas, especialmente a partir del rol de los movimientos sociales que acompañaban la candidatura de Lugo y de la crisis que erosionaba a la hegemonía dominante.

Lo que se sentía entonces era que había una brecha cada vez más enorme entre la realidad del país, léase estructura social, económica, cultural, expulsión campo- ciudad, transformación en la composición de la mano de obra del sector primario al sector terciario, migración fuera del país, un país cada vez más distinto y una forma de hacer política que permanecía igual y que empezaba a dar señales crecientes de disrupción y agotamiento, entonces la pregunta o la gran interrogante antes de las elecciones era un poco hasta cuándo va a durar esto, cuánto más podrá estirarse la cuerda sin romperse, hasta dónde llegaba esta cosa mítica que a muchos intelectuales, periodistas y opinión pública les ponía como un sello de agua en el inconsciente colectivo, en el sentido que la hegemonía colorada, –que era una hegemonía no solamente colorada digamos sino la forma de hacer política dominante compartida por el otro partido tradicional–, seguiría siendo casi indiferente a lo que estaba pasando entre el Paraguay y el mundo, como si el mundo no se estuviera colando por todos lados en el país, en su sociedad y su gente.

Era mucho más manejable la idea, popularizada por Roa Bastos, de que el Paraguay era una isla rodeada de tierra y que por ende y a fin de cuentas, nada podía cambiar, o que los cambios eran para que al final nada cambiara, cuestión esta última creo que va a ponerse de moda rápidamente otra vez. Tal noción, sobre todo más cercana al imaginario de la cultura política paraguaya –esa idea un tanto narcisista de ser portador como país de una especificidad casi única–, que al hecho propio del sentido común, que la política tarde o temprano iba a estar obligada a ajustarse a la realidad socio-económica que se vivía, porque era imposible seguir estirando la distancia entre lo concreto por un lado y lo político por otro lado. Pero pese a ello, había muchas señales de que se seguía con esa creencia y entonces mucha gente sentía que la estructura del aparato colorado iba a ser capaz de mantener pegado el molde del poder aún mucho tiempo más, por larga que fuera la distancia entre el país real y el país político.

Una primera pregunta que surge aquí y dejamos picando, es si el triunfo de Lugo apareció de pronto como la alternativa imprescindible para volver a pegar ese viejo molde que se despegaba. Pegar el viejo molde con pegamento nuevo para que el cambio asegure que no cambia nada, o si nos encontramos verdaderamente en la antesala de un cambio que puede llegar a ser profundo, posiblemente más allá incluso del deseo de sus propios conductores.

II. La ruptura de la hegemonía dominante

Pero volviendo a nuestro análisis de lo que estaba pasando, contra todas las señales de resquebrajamiento y trizadura de la hegemonía que surgían por todos lados, empezaba a ser teóricamente interesante la tensión que se producía entre lo concreto real y el discurso político, que continuaba pegado a las imágenes de siempre. En ocasiones, especialmente a medida que se acercaban las elecciones e incluso ahora, después de la victoria de Lugo, sentía que las capas más ilustradas captaban menos la inminencia del cambio que los sectores populares, los cuales por su propia situación de cercanía al mundo concreto disponían mayores señales de lo que efectivamente estaba pasando. Y cuando digo que esa distancia continúa aún ahora, es porque percibo una mezcla de incredulidad en lo ocurrido, con la cosa de que aún así poco va a cambiar, casi como si el 20 de abril hubiera sido un accidente en la historiografía política paraguaya, aunque también y hay que decirlo, esa incredulidad convive con la creencia de que ahora muchas cosas nuevas son posibles.

Si en general la incredulidad se mantiene aún ahora, ¿cómo extrañarse que no se vieran las señales de resquebrajamiento por más evidentes que algunas de ellas fueran? Entre las más evidentes, al menos para mí, había una que me llamó mucho la atención, tal vez porque cuando había llegado al Paraguay me había asombrado lo absolutamente pétreo y despegado de lo público que funcionaba el mundo de lo privado, o sea las familias y sus ritos, el rito del deporte, de los clubes, de los quinces. Todo eso estaba absolutamente consagrado como si fuera parte de la naturaleza de las cosas y no era afectado ni siquiera remotamente por el mundo macro, por el mundo público, lo que demostraba que la hegemonía era muy sólida todavía y de pronto fue eso lo que percibí había cambiado de golpe.

Así, unas semanas antes de las elecciones empecé a captar cómo lo privado familiar era penetrado por la crispación y la zozobra de lo público, algo que yo al menos jamás había sentido en este país. Fue para mí la señal definitiva que el cambio se venía porque una señal como esa en el ámbito familiar, nada menos que la irrupción del mundo macro en el siempre aislado y cerrado mundo micro paraguayo, era demasiado importante para ignorarlo o considerarlo accidental.

De todas formas, tengo la sensación a veces que corremos el riesgo de estar pensando lo nuevo con categorías viejas, con las de siempre, lo que refuerza la idea que Lugo sería casi un gatopardismo, noción a mi juicio equivocada no solo por la persona misma, sino por el proceso que está desatando. Toda una duda que se inserta en la incredulidad general que caracteriza a la sociedad paraguaya. Si antes del 20 de abril la incredulidad era respecto a la imposibilidad que cayera el Partido Colorado, la incredulidad actual se centra en la verdad y contundencia o no de cambio que representa Lugo.

Tiene que ver en parte con una historia de frustraciones, con el cerrojo del Congreso y en parte también con nuestra falta de instrumentos conceptuales para aprehender la realidad. Y es que pensamos poco y lo poco que pensamos lo hacemos casi siempre con metáforas que no se construyen desde el concreto real paraguayo, sino tomando ideas prestadas nociones y conceptos de otras culturas políticas que a veces no calzan ni tienen mucho que ver. Y claro, luego decimos que Paraguay es el cementerio de las teorías, pero de cuales me pregunto, ¿de las suyas propias o de las ajenas?

Algo así fue con la transición a la democracia que siempre la dimos por sentada y había sido no era tal transición, pero como usamos la categoría de otros países donde sí había por ejemplo un equipo que sustituyó al equipo de la dictadura, un equipo político que había sido formado antes cuando había democracia, que tenía experiencia política, que construyó alianzas democráticas para contrarrestar al equipo político de la dictadura, acá nosotros nos pasamos como veinte años hablando de transición y de repente cuando ocurre el 20 de abril nos damos cuenta de que quizás ahora recién comienza la transición, porque una de las cosas básicas de la transición a la democracia es que el poder concentrado de las dictaduras militares se desconcentra en tres poderes independientes y acá durante la transición lo que hicimos, fue constituir una justicia dependiente de los partidos políticos y muy particularmente del Partido Colorado; en consecuencia, ¿de que transición podíamos estar hablando? Y ahora también la nueva transición dependerá de poder fundar realmente una República con poderes independientes, tarea impostergable para el lugismo.

Del mismo modo, comenzamos a hablar de alternancia, pero tampoco creo que haya alternancia en el sentido tácito de la palabra. Más que alternancia, creo hay una suerte de desvanecimiento de la hegemonía de la cultura política como identidad vigente durante la dictadura y durante toda la transición hasta ahora, y un intento de cambio por establecer prácticas distintas con otra cultura política, la de la diferencia, que de concretarse será mucho más que alternancia meramente.

Algunas señales del cambio en la hegemonía son muy ilustrativos especialmente en sus rasgos culturales, que dicen mucho a través de símbolos aunque parezcan poca cosa. Por ejemplo del manejo del poder y de como se manejó siempre, el Presidente hablaba fuerte y golpeado, machote y recio siempre el presidente y de ahí venía hacia abajo la estructura de poder; el primer anillo, luego el segundo anillo las estructuras ministeriales hasta llegar a las seccionales, que reproducían en general la forma de hacer política que había y su discurso, donde todos hablaban fuerte para que no quedara duda de quien estaba al mando.

Siguiendo con los símbolos, estaban las casas de los señores del poder todas enormes mucho cemento mucha mole y mucho feísmo, cero arquitectura o estética, lo importante era imponerla por su peso, por su tamaño, por los metros cuadrados de ladrillo encementado. Y que decir de los rigurosos ternos grises con sus corbatas planas stronistas, los vestidos y sobre todo los peinados en torta de las esposas, que comenzó a cambiar con Nicanor pero seguía siendo masivo en el entorno. Todo ese ritual totalitario, –era totalitario porque era capaz de reproducir la totalidad de lo real en cada uno de los ámbitos–, se expresaba y llegaba a la forma de hacer política patrimonial, clientelista donde no había ciudadanía.

Los discursos de los mandamases de la APC en cambio no son altisonantes y agresivos sino distintos, casi suaves y la ropa, el ethos del entorno plantea otro clima y yo creo que esas señales que son las que construyen la simbología, nos están dando finalmente una poderosa otridad que ojalá se cristalice en cambios; nuevas prácticas políticas más transparentes, más ligadas a la ética de la convicción, si bien hay un realismo fuerte en política que obliga a pactos y equilibrios, especialmente cuando se carece de mayoría parlamentaria, ello no debe afectar la credibilidad del pueblo.

III. La paradoja de lo nuevo perviviendo junto a lo viejo; una mezcla casi obscena

Una cosa que llama la atención, es el aparente desmoronamiento de la vieja estructura totalitaria, totalitaria como dijimos por que era capaz de instalarse en todos los intersticios y capilaridades de la realidad social. Frente a ese derrumbe o desplome, –no digo que no subsista porque como sucede en los procesos históricos, a veces las aguas que pasaban por arriba se sumergen y siguen por abajo esperando momentos más propicios–, hay una suerte de final de época que anuncia nuevos horizontes de país que no tiene porque significar violencia (aunque lamentablemente la está habiendo en el campo) y que debiera traducirse en la res-pública, es decir la refundación de una República autónoma e independiente con un Estado Social de derecho que le de participación a todos.

Entonces tengo la impresión que estamos asistiendo al final de una época; hay un tono social en la realidad que no había antes, la gente está conversando, se reúnen campesinos y directivos agrarios y conversan sobre cuestiones de fondo del sector porque se dan cuenta que algo hay que hacer con los graves problemas estructurales que existen, conversan los ciudadanos sobre la lengua guaraní, sobre la cultura, sobre la necesidad de una universidad de verdad y el país que queremos, hay conversaciones que no había anteriormente porque ahora la gente siente que puede hacer cosas nuevas y que muchas cosas antes impensadas o posibles solo para algunos, son ahora posibles para muchos. Los cambios suceden casi siempre así de modo silencioso, porque cuando las cosas se desploman no hace falta que alguien lo diga autorice o decrete.

Aunque es un cambio paradojal porque es todavía solo simbólico. Además, hay también mucha simbología que no está cambiando y existe la posibilidad como decíamos antes, que los cambios que puedan estar ocurriendo terminen por apuntalar el statu-quo para que nada cambie. Lo que quiero decir es por un lado se ve un país emergente y por otro lado el viejo país de siempre; si el país emergente fuera enteramente nuevo y el país viejo fuera enteramente viejo, estaríamos ante un clásico proceso revolucionario, pero no es eso lo que se ve, porque el país emergente está cruzado también del viejo país, y viceversa.

Entonces hay que tener mucho cuidado en el análisis porque si bien es cierto los movimientos sociales son nuevos protagonistas en la política así como también lo son los nuevos movimientos juveniles y ciertos actores ni siquiera son movimientos sino algo así como tonalidades culturales nuevas que empiezan a gestarse, no sé si hay condiciones estructurales y objetivas para muchos cambios, con Oviedo como fiel de la balanza en el Congreso, por ejemplo.

De todas formas hay demasiadas cosas que están pasando y tenemos conceptos muy viejos para nombrarlas; un botón de muestra: el país viejo en la administración pública. ¿Qué es lo primero que hace la gente de la administración pública cuando pierde el Partido Colorado? Declaran que harán una manifestación pública para reivindicar sus derechos corporativos como empleados que si bien al final no hacen, uno hubiera esperado y sin duda hubiese sido más interesante que se plantearan la necesidad de capacitarse pues todos sabemos que ha habido un prebendarismo atroz y muchos de ellos obtuvieron el cargo por padrinazgo político, por lo que carecen de condiciones para un buen desempeño y de hecho las evaluaciones muestran que es bajísima la competencia y eficacia de la administración pública paraguaya con relación a otras de la región. ¿Cómo hacer para cambiar la administración pública?

Entonces, hay una mezcla rara entre lo nuevo y lo viejo y lo viejo está presente en todo mientras lo nuevo es frágil. En el Congreso por ejemplo, están los dos partidos tradicionales y el UNACE, que es un indicador de la crisis de la hegemonía también porque cuando UNACE se desgaja del Partido Colorado crea algo nuevo, pues nunca había salido de ahí un partido que no reivindicara a Bernardino Caballero. Entonces el UNACE no es tradicional y tiene mucha gente que son jóvenes marginales urbanos expulsados del ámbito rural, pero Oviedo su máximo líder tiene una forma arcaica de lo político que cultiva en las prácticas de UNACE, por lo que vemos ahí nuevamente la mezcla entre lo viejo y lo nuevo. Incluso en los partidos tradicionales eso está absolutamente cruzado, cruzado hasta la obscenidad en los movimientos internos. En consecuencia, hay un país nuevo que trata de gestarse que no sabemos a donde va, que no tiene a lo mejor una claridad de propósito muy definida y el de siempre, que está ahí a la vuelta de cada esquina, con sus viejas tácticas, sus trampas, su corrupción.

Entonces, ¿qué está pasando o que va a pasar realmente? Creo que mucho depende del liderazgo que pueda ejercer el presidente electo y ahí, ¿cómo escapar al mesianismo?

IV. República y soledad del príncipe.

Quiero hacer una distinción entre el mesianismo y el rol que debe tener Lugo que es muy importante porque creo que las opciones en este momento no son una sino múltiples y van desde la anarquía hasta la construcción de la República y en este dilema me viene el modelo de la racionalidad argumentativa que plantea Habermas que es como un neo iluminismo, una suerte de consenso entre distintos actores a partir de la racionalidad argumentativa, cuestión que no tiene mucho que ver con la tradición del país pero que vemos reflejada ahora en el proceso general de conversaciones que se ha iniciado en distintos niveles y sectores, que parece no depender de uno o varios actores sino que es una suerte de proceso colectivo que se ha desatado. Pero hay una conducción previa que debe ser realizada por el conductor estratégico y eso está aún por verse o recién comenzando a ser.

En ese algo que parece haberse puesto a andar no sabemos cómo ni hacia adónde, pero tiene que ver con pendientes estructurales de la sociedad paraguaya y en ese sentido percibo como un ponerse al día de la historia y aquí creo que hay dos salidas que pueden ser complementarias: una más institucional de los partidos y el Congreso donde subsiste el viejo país, y la otra va a tener que ir siendo construida desde la opinión pública y la sociedad civil buscando acuerdos y consensos (acuerdos en lugar de transas) y ahí yo creo que la figura de Lugo es muy importante, porque es un nexo entre ambos estadios.

Creo que viene muy a cuento lo del conductor estratégico, viene a cuento aquí y ahora en Paraguay, en este momento re-fundacional de la República volver la mirada a Maquiavelo que ha sido interpretado muchas veces peyorativamente como una suerte de genio del ocultamiento y la trampa, cuando en realidad lo que hizo con el Príncipe fue describir la lógica de lo político y ayudar con ello a construir la República Italiana. El pensó que Cesar Borgia podía ser un buen ejecutor porque no tenía antecedentes ni estaba mezclado con toda la corruptela de los principados feudales de la época y en gran medida escribe el libro para él. Entonces, un autor neo- estructuralista francés de los años 70 del siglo recién pasado, Louis Althusser que por esas cosas que tiene la historia habiendo caído en el total descrédito y olvido vuelve a ser reeditado y re-pensado en algunas áreas de su trabajo, rescata el trabajo de Maquiavelo sobre la tarea fundacional de la República, cuestión que nos puede servir un poco para pensar en conjunto los desafíos de Lugo en el momento actual.

Pero, ¿qué tiene que ver Maquiavelo y la Italia Renancentista con Lugo y la República paraguaya de hoy?

Tiene mucho que ver porque el momento actual es el momento re-fundacional de la democracia republicana paraguaya, momento en el cual el conductor del proceso debe estar por encima de partidos, intereses y facciones, única manera de afirmar el liderazgo que marca la senda de país que se intenta re-fundar. Es por eso y no por la naturaleza de las cosas, que Lugo ha tenido la libertad de formar el gabinete ministerial como lo ha hecho, pues más allá de que gusten mucho o poco algunos o todos los nombres, los ha nombrado con una autonomía que nadie pudo tener durante la transición hasta ahora, porque nunca hubo realmente un momento fundacional salvo quizás en 1989, que fue el corte directo con la dictadura y que se perdió como posibilidad real.

Sentar las bases republicanas de una democracia verdadera, supone apoyarse en lo no contaminado tarea difícil de conseguir en los colaboradores, muchos de los cuales no pueden escapar al viejo orden. De ahí que el conductor del proceso tenga que estar libre de compromisos ajenos al orden anterior que se pretende superar. Maquiavelo lo tiene muy claro y por ello sostiene que para realizar esa tarea, el príncipe debe recorrer el primer estadio fundamental del proceso en soledad, “un príncipe nuevo en un principado nuevo”.

Leyendo esto no podía dejar de pensar en algunas similitudes, como que el personaje elegido para este cambio en Paraguay, haya sido un individuo que si bien está ligado a una entidad muy importante como la iglesia, no forme parte de ninguna estructura política previa ni de los vicios de esa política anterior. Lugo puede hacerlo porque no ha sido puesto por otros, no se lo debe a nadie y en ese sentido, está todavía libre de ataduras. Debe eso sí, sopesar muy bien cuando llegue al punto de equilibrio del primer momento fundacional –cuando ya existan esas bases mínimas– y pueda pasar al momento segundo, que empodera instituciones republicanas que perduren en el corazón de hombres y mujeres concretos que implementen y empujen la tarea de país.

Analizando el rol de Maquiavelo, Althusser recuerda el aserto del florentino de que “el momento inaugural de un Estado requiere la hora solitaria y la presencia de un hombre sólo, de un príncipe, sea este monarca o dictador.. hay que estar solo para fundar un Estado”..Hasta aquí, hasta este momento del proceso fundacional de la República, cómo no dejar de ver al Dr. Francia en la acción realizada durante el primer “Paraguay independiente”. Es lo que debe hacer Lugo en su 1° momento y pasar luego al siguiente.

Porque para Maquiavelo –que era un republicano de tomo y lomo–, el momento de la soledad personalísima del poder es un requisito necesario pero no suficiente para fundar la nueva República”.. ¿Por qué no es suficiente? Porque se trata que ese Estado nuevo una vez instituido, esté en condiciones de durar y entonces el príncipe que ha necesitado estar sólo para llevar a buen puerto el momento de la fundación debe, dice Maquiavelo, convertirse en muchos e instituir un sistema de leyes a fin de proteger al pueblo de los abusos de los grandes y establecer un gobierno donde grandes y pequeños, reyes y súbditos estén representados”.. “Es este momento, recuerda Althusser el segundo momento, el momento de enraizamiento del poder en el pueblo”.., de crear las instituciones que se encargarán de hacer perdurar el Estado, que seguirá luego su camino, una vez que el príncipe se retire de nuevo a su silencio. Si no puede llegar a ese estadio, el gobierno de Lugo no habrá sido fundacional y podría fracasar. ¿Podrá hacerlo en cinco años?.

V. Punto de llegada; equilibrista y cuerda floja, ciudadanía y astucia del príncipe.

Por otra parte, ¿porqué debe el príncipe estar sólo en ese momento fundacional? Esta soledad es de hecho un aislamiento. Estar sólo significa despojarse de vínculos, raíces y dependencias y hallarse, por fortuna o virtú, desarraigado en lo más profundo, libre de las imposiciones de las que nada puede esperarse”.. Maquiavelo mismo estuvo sólo para escribir El Príncipe y los Discursos. Sólo, es decir libre de las evidencias del viejo mundo, intocado por la ideología que dominaba ese viejo mundo decadente1”

El estar sólo de Lugo es ponerse por encima de los intereses facciosos y de partidos, con esa misión de trazo lanzado para el proyecto país, cauteloso y sagaz frente a la astucia del poder y a los “palos en la rueda” que los facciosos del ancien regimen (sus aliados en el Parlamento y fuera de él), le pondrán a la vuelta de cada esquina.

En síntesis, estamos ante las puertas de la ley, como en el cuento de Kafka; o sea, estamos en la antesala de lo nuevo y para concretarlo tiene que ser construido como orfebrería para que no se pierda la oportunidad y se cierre de nuevo quizás hasta cuando, esa puerta de la ley. Por una parte, construir la estatalidad republicana y por otro, plasmarla en una institucionalidad que tendrá mucho de conversación con la sociedad civil, además de la institucionalidad vieja de los partidos. Ahí hay una línea muy delgada y ese es el riesgo de caer en ingobernabilidad, pero me parece que dada la magnitud de lo que está en juego, es importante identificar que nos encontramos ante una situación absolutamente inaudita que está produciendo nuevas posibilidades mediante conversaciones sobre distintos temas, en una sociedad que siempre estuvo acostumbrada al soliloquio asistencial, donde el diálogo es apenas un remedo del monólogo eterno. La gente ahora en cambio, se siente con el derecho en cualquier tema de construir país y por eso la ciudadanía debe ser actor y sujeto, buscando un equilibrio entre esa acción fundadora de una nueva República y su momento originario; una comunidad activa y participativa en el sistema institucional, con una tarea definida.

VI. Conclusión; la paradoja brutal de los dos fuegos.

Acompañar el proceso para evitar un nuevo fraude a la esperanza colectiva. Lugo está atrapado entre dos fuegos; por una parte, comprometido con el cambio de la gente que le votó para eso y a su vez, amarrado a un Parlamento que le impedirá cualquier cambio verdadero, votado en parte por la misma gente que le votó a Lugo, en una paradoja brutal. Si cede al Parlamento, defraudará a la gente que le votó a él y al proyecto de la APC. Si busca el cambio mediante movilizaciones o la disolución del Congreso en Constituyente, podría generar una ingobernabilidad grave. Está entonces como un equilibrista, a mitad de camino de lo uno y lo otro. De ahí la importancia del acompañamiento ciudadano y de ahí también la imprescindible astucia del príncipe.

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