Conversatorio realizado el 9/08/23 en el marco de una serie de temas de análisis. Iniciativa de Decidamos, CEPAG, Serpaj-PY y Global Infancia.
Con Camilo Filártiga Callizo
Estamos viviendo momentos complejos que nos obligan a estar alertas frente a algunas señales preocupantes, de retrocesos democráticos, de concentración de poder, y de reducción sobre todo de espacios para la participación y el ejercicio efectivo de derechos.
Los partidos son esenciales para el funcionamiento de la democracia. No se puede pensar la democracia, el modelo representativo que tenemos, sin la participación efectiva de los partidos políticos. La transición en América Latina, el paso de regímenes autoritarios a regímenes democráticos, se sustentó en la vigencia y el respeto de derechos humanos y en la consolidación de sistemas de partidos competitivos.
En el proceso de transición de Paraguay, uno de los principales acuerdos que se da entre el oficialismo colorado y partidos de la oposición tenía que ver con plena vigencia de los derechos humanos y un cronograma electoral con la participación de los partidos políticos opositores, mucho de ellos que no reconocidos por el régimen stronista.
Los partidos como instituciones fundamentales para la democracia han sido incorporados en Paraguay y otros países de la región, en las distintas constituciones, en todo ese proceso conocido como la constitucionalización de los partidos políticos. Existe hoy un consenso regional sobre el protagonismo que tienen los partidos de la democracia.
La competencia interpartidaria, libre y limpia ha sido identificada como indicador crucial de democratización. Es decir, la competencia interpartidaria es uno de los principales aspectos para medir la calidad de un régimen democrático. En Paraguay los partidos políticos han sido protagonistas del debate político, del combate a regímenes autoritarios y de la construcción de acuerdos políticos que permitieron el diseño institucional para la democracia. El Acuerdo Nacional realizado por partidos de oposición al régimen stronista, hacia fines de la década de los 70 y que se extendió hasta inicios de la transición, permitió generar una serie de acuerdos y articulaciones y evidenciar las violaciones a los derechos humanos de la dictadura. Posteriormente, los pactos políticos entre los partidos políticos al inicio de la transición a fin de garantizar la vigencia de los derechos humanos, la celebración de elecciones libres, limpias y competitivas, y por supuesto la Convención Nacional Constituyente del 91/92 como el gran hito de nuestra democracia. La Constitución de 1992 no hubiera sido posible sin el acuerdo político entre los principales partidos políticos de aquel momento. Un aspecto fundamental para la democracia es la capacidad de establecer acuerdos entre los partidos y de dialogar entre ellos.
Los indicadores mundiales que miden la calidad de la democracia, miden además la insatisfacción y la desconfianza ciudadana respecto a los partidos políticos. Pese a ese protagonismo que tienen los partidos, desde hace unos 15 años existe una tendencia decreciente respecto de la confianza en los partidos. ¿Cómo entender esta paradoja? En términos de encuestas, vemos en Paraguay un elevado número de personas que manifiestan desconfianza hacia los partidos, y al mismo tiempo vemos cómo los dos partidos tradicionales incrementan su número de afiliados. Este es un fenómeno – poco común- en otros países de la región. Por el contrario, los partidos tradicionales desaparecieron o se reconvirtieron.
Philippe Schmitter sostiene que los partidos ya no son lo que solían ser, desde una posición nostálgica hacia lo que eran los grandes partidos de masas de los 70 y 80.
Juan Manuel Abal Medina señala que “el recurrente lamento por la crisis de los partidos se refiere más bien a una añoranza por un modelo partidario de masas que desempeñaban un fuerte rol de integración y expresión social. La nostalgia por la pérdida de ese rol tiende a remarcar todo aquello que los partidos no están logrando hacer, pasando por alto que los partidos siguen siendo los principales articuladores de la competencia político – electoral”. De esta manera conviene concentrarnos en ver lo que son los partidos y qué rol desempeñan en la actualidad, en lugar de quedarnos en una nostalgia inútil de pensar lo que alguna vez llegaron a ser los partidos. Los partidos se han transformado porque las sociedades también han cambiado.
Buscando una definición sobre los partidos políticos, no existe en la literatura de las ciencias políticas una definición precisa que pueda tener un consenso generalizado.
Una definición general a la que se puede recurrir es entender a los partidos como toda organización estable de personas que desarrolla actividades políticas de modo independiente; aunque también puede aplicarse este concepto para gremios, asociaciones civiles, etc.
Anthony Downs desde la dimensión netamente electoral define a los partidos comogrupos que buscan el control del aparto gubernamental en elecciones debidamente constituidas.
Schlesinger describe como partidos a grupos que compiten en elecciones libres y que son capaces de ganarlas a través del tiempo.
Para Sartori, es cualquier grupo político que se presente a elecciones y pueda hacerse un lugar colocando a sus candidatos en los cargos públicos.
Desde esta interpretación más estrecha sobre los partidos, hay un énfasis puesto en la dimensión electoral. Sin embargo, en ella no entrarían partidos como el partido comunista chino que actúan en contextos autoritarios que no permiten la existencia de otros partidos o donde no hay elecciones libres y competitivas. Esta definición tampoco incluiría a aquellos partidos que se presentan a elecciones de manera testimonial, conocidos como partidos anti-sistemas.
Una interpretación más amplia sobre los partidos desde la perspectiva de Max Weber, enfatiza en las formas de socialización, que descansando en un reclutamiento libre, tienen por fin proporcionar a sus dirigentes dentro de su asociación, y otorgar por este medio, a sus miembros activos determinadas posibilidades ideales o materiales. Su acción está orientada a la adquisición del poder social. Hay un énfasis puesto no en lo electoral sino más bien en la socialización y la asociación.
Maurice Duverger conjuga lo electoral con lo sociológico, y define como todo aquel grupo que busca conquistar el poder con una base amplia de apoyo.
De acuerdo a La Palombara y Weiner existen cuatro condiciones para definir a un partido político:
- Organización duradera y estable.
- Articulación de organizaciones locales con la organización nacional. Por ej. el partido liberal y el partido colorado tienen sus juntas, directorio como órgano central y existe una relación con territorial con sus seccionales o comités de bases.
- Voluntad deliberada de conquistar, ejercer y conservar el poder.
- Búsqueda de apoyo popular para sus fines.
Panebianco expresa que los partidos se distinguen por el ambiente en el que desarrollan una actividad específica. Sólo los partidos operan en la escena electoral y compiten por votos. Pone el acento en un aspecto fundamental sobre cómo distinguimos a los partidos de otros grupos o asociaciones militantes de ciertos temas como las ONGs, los think tanks; y que es la posibilidad de participar en la escena electoral por la conquista del poder y la conquista de votos.
Abal Medina entiende a los partidos como toda institución con una organización que pretende ser duradera y estable, que busca explícitamente influir en el estado, generalmente tratando de ubicar a sus representantes reconocidos en posiciones de gobierno, a través de la competencia electoral o procurando algún otro tipo de sustento popular.
En cuanto a funciones de los partidos políticos encontramos la nominación de autoridades, ocupar posiciones claves en el Estado (a nivel central, nivel regional y local), agregar y canalizar intereses/ articular estos intereses colectivos (en la constituyente del 92 los partidos fueron los espacios donde se plantearon los proyectos de constitución y se elevaron al plenario posteriormente), implementar políticas públicas (desde el ejercicio del poder y ocupando posiciones en el Estado, se espera el diseño e implementación de políticas).
Históricamente se ha hablado de tres modelos de partidos: el partido parlamentario que es el origen de los partidos en el siglo XIX a partir de los debates en el parlamento inglés donde grupos políticos se conformaban para impulsar proyectos, los partidos de masas que surgen en el siglo XX con la fuerte vinculación con sectores de la sociedad civil como los sindicatos obreros y trabajadores, y por último el partido profesional electoral que ya la versión moderna de los partidos políticos.
El partido parlamentario/notables o de comité tenía las siguientes características: organización partidaria pequeña conformado entorno al grupo parlamentario, nace en ámbitos parlamentarios, mantienen débiles lazos con la sociedad civil, con un ideología poco estructuradas, y se da el nacimiento en un contexto de sufragio censitario y de estados limitados.
Los grandes partidos de masas son organizaciones fuertes y amplias, de fuerte vinculación con grupos de la sociedad, de una férrea disciplina partidaria, con ideología bien estructurada, su origen acompaña los cambios sociales de época, con ampliación del sufragio que lleva consigo el surgimiento de la clase obrera con procesos de urbanización e industrialización. Los partidos así se convierten en los referentes de discusión política, de formación política y se ha mantenido en gran parte de los países de la región, como el PRI de México, el Justicialismo en la Argentina, el APRA del Perú, etc.
Por último el partido profesional electoral que también va de la mano con los cambios sociales entre mediados del siglo XX y actual, en un periodo relativamente corto. De Estados reducidos, sociedades individualizadas y heterogéneas, con esta idea de dificultad de poder pensar instituciones en el tiempo y de constante cambio. Las transformaciones que se experimentan en la política desde los años 70 están ligadas a cambios en el rol de los Estados. Crisis fiscal, déficit presupuestario y requerimientos de sociedades cada vez más competitivas que surgen en contextos de economía globalizada. Los Estados han perdido centralidad, competencias y separándose de la esfera económica. Pareciera ser que la esfera económica va de manera paralela a cualquier posibilidad del Estado de poder controlar esa evolución y desarrollo. En ese escenario, los partidos pierden la posibilidad de poder garantizar políticas públicas, se van distanciando de la ciudadanía, de sus referentes sociales, y van representando agendas cada vez más particulares buscando apoyos más amplios e indefinidos, con electorados más volátiles, menos leales, y también afectada por los cambios y las reformas legales. Por ejemplo, el voto preferente nos lleva a pensar la competencia política con criterios individuales y personalistas, muy por el contrario de entender a la política como una disciplina, actividad y acción colectiva que lo hacemos con el otro y para el otro. Hoy la competencia electoral se ha vuelta una competencia personalista, individualista y mucho de estos perfiles vemos hoy representados en el Congreso. A mayor influencia de la preferencia en el voto, mayor posibilidad de tener Congresos más heterogéneos, con niveles mayores de incertidumbre, de inestabilidad y de indisciplina partidaria.
El Latinobarómetro 2023 preguntó por primera vez a los latinoamericanos “si los partidos políticos funcionan bien”. La respuesta fue contundente afirmando un 77% estar en desacuerdo con dicha afirmación, en contraste con solo el 21% que coincide con ella. El máximo acuerdo con la frase se dio en Uruguay con el 38% no muy elevado y en un país con una democracia bien consolidada; mientras que en otros ocho países el 80% o más de la población está en desacuerdo. En Perú, un caso paradigmático de implementación del desbloqueo y voto preferente que fragmentó la oferta partidaria y debilitó a los partidos políticos, nueve de cada diez peruanos dicen estar en desacuerdo. Los datos acusan a los partidos en todos los países. No hay ningún país de América Latina donde los ciudadanos perciban mayoritariamente que los partidos políticos funcionan bien. Entre aquellos países que están en desacuerdo con la frase que los partidos políticos funcionan bien, Paraguay está entre los más altos índices de los de los países en donde los ciudadanos están en desacuerdo con esta idea que los partidos funcionan bien.
Finalmente, no se puede pensar la democracia sin los partidos políticos. Cuando el Latinobarómetro afirma “sin partidos políticos no puede haber democracia”, en el Uruguay hay un 62% que está de acuerdo con esta manifestación, o sea, está de acuerdo con que los partidos son fundamentales para la democracia y en el caso de Paraguay, sólo el 35% de los ciudadanos cree que sin partidos no pueda haber democracia. Son números realmente bajos de percepción positiva o de confianza ciudadana sobre los partidos políticos.
Entonces la gran paradoja o el gran dilema es entender cómo un país como el nuestro que mantiene un sistema bipartidista sólido con dos partidos tradicionales fundados a fines del siglo XIX, siguen hoy vigentes en lo que es la administración del poder; y sin embargo, hay una percepción ciudadana tan negativa respecto del rol de los partidos.
Debate
¿Cómo podemos analizar la calidad con la eficiencia de los partidos políticos en su rol de poder realizar una depuración de liderazgos? Los partidos políticos tienen que hacer como una especie de filtro en cuanto a los liderazgos que tienen por objetivo llegar al poder, considerando que en la actualidad se puede observar referentes de algunos espacios políticos que hacen abiertamente discursos antidemocráticos, o dentro de la práctica ejercen prácticas antidemocrácias. ¿Cómo podemos nosotros evaluar qué tan bien hacen ese filtro? Realmente tienen intensión de hacerlo o el fin justifica los medios y esos liderazgos cuentan con apoyo de los partidos para poder llegar al poder que finalmente es el objetivo.
Esta es una inquietud, quizás desde una dimensión que mantenemos muchos ciudadanos todavía, utópica respecto de la política, o sea, de la necesidad de ver en la praxis política, en la acción de los partidos, un mínimo componente ético al momento de definir o seleccionar las candidaturas y definir las representaciones partidarias. Creo que los partidos no van a cambiar mientras sigan ganando elecciones. O sea, no hay ningún incentivo para el Partido Colorado o para el Partido Liberal de cambiar sus prácticas mientras sigan ganando elecciones.
El gran objetivo de los partidos hoy convertidos en estas grandes maquinarias electorales es justamente capturar la mayor cantidad de espacios de poder, a fin de acceder a recursos, a oportunidades, a privilegios, a administrar intereses beneficios, etc. Los partidos van a cambiar el día que los resultados electorales le muestren algo diferente o un rechazo como puede darse ahora. El Partido Liberal quizás está ante ese escenario de una derrota categórica electoral, que está generando un terremoto al interior del partido y le va a obligar a ajustar sus mecanismos internos. Pasó con el Partido Colorado cuando perdió el poder, asumió Lilian Samaniego como presidenta y dentro del Partido Colorado se dan una serie de dinámicas interesantes en ese momento.
Me parece que la sociedad paraguaya todavía tiene sectores muy tradicionales, con una mirada muy tradicional de las familias, la iglesia, más que los partidos políticos. La actividad partidaria es muy escasa, me llama la atención que los jóvenes no estén trabajando en política en las universidades. Por otra parte, no se si el Partido Colorado siempre gana las elecciones porque tiene condiciones para ganar por el voto duro de los funcionarios públicos y sus familias, por esa hegemonía que tiene. Tampoco se le ha criticado mucho y se le ha presionado para dejar de obligar a los funcionarios a tener la afiliación partidaria. En el 2008 creo que aprendieron más que la oposición porque ya no dejan que se les gane. En estas elecciones se pensó que se iba a replicar lo del 2008 porque había una concertación; sin embargo esa concertación no se preparó para replicar lo del 2008.
Los partidos políticos en Paraguay están inmersos en el mismo proceso de transformación que se da en otros lugares, o sea, ya no son los grandes partidos de masas de los 70 y los 80, pero la sociedad en la que hoy vivimos tampoco es la sociedad de entonces. Lo interesante es ver cómo los partidos se van acomodando, van cambiando según los distintos contextos y en el caso nuestro, cómo se van adaptando a las distintas reformas y modificaciones del contexto político electoral.
Es muy interesante estudiar el sistema de partidos en Paraguay. Se puede identificar como dos niveles: un nivel donde están los dos partidos tradicionales e inmutables con una serie de prácticas y características muy notorias. Son partidos populares, policlasistas que tienen redes territoriales muy sólidamente construidas sin una ideología definida. Son partidos que están institucionalizados internamente con reglas, con procedimientos y prácticas en donde los poderes personales no logran superar al partido. Los partidos tradicionales tienen resortes internos que ponen límites a los poderes que emergen.
Sin embargo el tercer sector tiene una dinámica totalmente distinta. Está constituido a partir de liderazgos emergentes, son pocos, no tienen institucionalidad interna o es muy baja. Tienen una muy baja vinculación con el territorio. Algunos partidos están bien posicionados como Cruzada Nacional en Ciudad del Este y en dos o tres sitios más, pero a nivel nacional no existe. El mismo fenómeno se dio con otros partidos del tercer espacio, quizás en el caso de Patria Querida hay una organización interna un poco más disciplinada, muy pequeña y muy concentrada en lo que es Asunción sobre sobre todo. Con el UNACE, con el PEN, País Solidario, y ahora con Johana Ortega con mucha fuerza para la Cámara de Diputados. Hay dinámicas distintas en estos dos niveles de partidos que tenemos, los tradicionales y los del tercer espacio.
Tenemos una tendencia hacia los liderazgos personalistas y me surge esta duda. Creo que uno de los indicadores de la calidad de la democracia es que haya alternancia. El liderazgo político de Efraín Alegre no funcionó, no prosperó. ¿Cómo explicamos eso? Esos mecanismos de control interno son importantes y creo que si un partido tiene realmente vocación de poder, no solamente va a buscar cambiar las estrategias, sino que después de los resultados electorales pueden llegar a buscar otras alternativas. Sin embargo, dentro de esas internas liberales termina fortaleciéndose la figura de Efraín Alegre de alguna manera, aunque sea exclusivamente electoral. Me pregunto si están relacionados ese mecanismo de control interno con el nivel de competencia o la fuerza dentro de una competencia interna, y en ese sentido trato de explicarme también cómo, siendo que Efraín vino ganando las internas dentro del partido Liberal que está fracturado. Nunca pudieron encontrar una alternativa. ¿Eso es por falta de liderazgo, por falta de renovación, no funciona ese mecanismo de control interno, no hay mucha competencia? Me preocupa porque en la segunda fuerza que fue la Concertación, hoy brilla por su ausencia, brilla por la ausencia de los liderazgos que llevaron en las últimas elecciones. Entonces, ¿está relacionado el mecanismo de control con la calidad de de la competencia interna y cómo eso influye en la vocación de poder que tiene finalmente el partido?
Los mecanismos no siempre son formales. Son formales e informales, las reglas son formales e informales. Hay mecanismos que utilizan los partidos que son informales. La resolución que se dio el domingo en la convención liberal, es una resolución informal. La convención es la máxima autoridad partidaria pero en ningún lugar del estatuto partidario está indicado expresamente que una convención partidaria puede destituir a un presidente partidario. Sin embargo, se constituyó la mesa, entró como vicepresidente alguien que estaba empujando la salida de Efrain Alegre y con una mayoría de convencionales. Había quórum legal y había una mayoría de convencionales que votaron para separarlo el cargo Efraín Alegre. Ese es un mecanismo informal mediante el cual el partido tomó una decisión drástica. No es una salida institucional pero muchas veces las reglas informales prevalecen por sobre las reglas formales en los partidos tradicionales. Otro ejemplo es el de Horacio Cartes para quien se redujo la cantidad de años de afiliación para poder ser candidato a Presidente de la República en el 2013. Lo hizo porque tenía fuerza, porque tenía poder económico, y porque pudo movilizar la interna partidaria a su favor.
Muchas veces estos caciques partidarios se imponen sobre los órganos internos partidarios. Idealmente un partido tiene en la formalidad tribunales de conducta, tribunal de ética, etc. Ninguno de esos órganos tienen la fuerza suficiente para imponerse a un liderazgo partidario vigente; sea un presidente de partido o un senador de mucho peso político, difícilmente un tribunal partidario pueda sancionar o castigarlo. Podrá hacer seguramente con dirigentes partidarios retirados o que están en declive.
Finalmente esa disputa interna que hay en los dos partidos tradicionales, entre corrientes de liderazgos, esa tensión que se genera internamente hace el contrapeso necesario para que muchas veces estos liderazgos que quieren proyectarse en el tiempo y que quieren ponerse por encima de las reglas, no lo puedan hacer.
¿Cuáles podrían ser los otros elementos que expliquen la paradoja entre los partidos y la ciudadanía?
Los partidos políticos no están aislados. Son un reflejo del contexto político social de la sociedad en la cual interactúa. Si se hace una lectura histórica del surgimiento y de la evolución de los partidos políticos en el Paraguay, se observa como los dos partidos tradicionales han acompañado los cambios en los distintos momentos históricos que se fueron dando, para bien o para para mal.
Pero los dos partidos tradicionales están fuertemente implicados socialmente, culturalmente, y tienen relaciones más que racionales, son cuestiones afectivas. Incluso en muchos casos son temas que tienen que ver con lazos familiares que unen a la persona con el partido.
Esa vigencia que tienen los partidos tradicionales en Paraguay lejos está de ser una vigencia solamente entendida desde el clientelismo político, que es importante para tener ese voto duro pero trasciende y si lo entendemos solamente desde ese lugar, vamos a tener un análisis limitado de la influencia de estos partidos tradicionales.
¿Qué explicación puede encontrarse a un cambio tan drástico de la tercera fuerza en el Parlamento, frente a sus seis o siete bancas en los dos últimos periodos en el Senado que fue totalmente desbancado por Cruzada Nacional que ahora tiene el mismo número de bancas que tenía Frente Guazú?
Es un fenómeno digno de estudiar, pero a cuatro meses de las elecciones es difícil decir algo tan categórico con todavía pocos elementos. Se puede decir que Cruzada Nacional ganó el espacio que tenía Frente Guazú, que es una obviedad. Si uno mira a nivel nacional, es impresionante como Frente Guazú prácticamente desaparece del mapa nacional. Seguramente que la casi ausencia o nula participación de Lugo en todo el proceso algo tuvo que ver. Lugo es un líder influyente, una referencia influyente en el Frente Guazú y en la oposición. Lo que hay que estudiar es cómo un espacio político sin tener una mínima institucionalidad, sin una mínima capacidad orgánica interna, con un liderazgo casi errático como el de Payo Cubas pero que no hay que subestimarlo, sacó unos 700.000 votos.
Si ven los antecedentes de sus candidatos al Senado, no van a poder entender cómo sale esa representación política electa. Al verlos en funciones, nos damos cuenta de la paupérrima representación que están haciendo. El Congreso perdió dos espacios políticos como Frente Guazú y Patria Querida que eran dos espacios políticos disciplinados, con una agenda parlamentaria más allá de que uno pueda estar más cerca o no ideológicamente. Eso hoy se sustituye por Cruzada Nacional que es una incertidumbre total, sin entrar ya a calificarlo como funcionales al oficialismo, que podría decirse sin ningún problema porque ellos mismos se muestran de esa manera.
El manejo que hace Payo de las redes sociales es para estudiar mejor, el impacto que eso tuvo. Existen distritos de Itapúa donde Payo ganó las elecciones pero nunca fue presencialmente y ahí se puede ver la influencia que tienen las redes sociales como TikTok. Hay una generación ahí que está valorando la política de otra manera y que no estamos considerando todavía. Indudablemente Payo capta ese voto descontento. Si uno tiene la capacidad de dilucidar un liderazgo antidemocrático, más allá de las críticas al sistema actual y pudo tener la capacidad de razonar, puede decir que esta persona tampoco es la respuesta.
Pero hay un enorme sector de la población descontenta que no hace ya esa clasificación después. Busca ante el fracaso de lo que hoy tenemos una respuesta que incluso se romper todo. Por eso es que estos liderazgos populistas y autoritarios son tan peligrosos porque son muy atractivos desde ese punto de vista. Tenemos la responsabilidad ética y ciudadana de mostrar que eso tampoco es una respuesta y de trabajar por una alternativa superadora a eso.
No creo que el cambio venga de ninguno de los dos partidos tradicionales porque las cosas como están son absolutamente funcionales a lo que ellos necesitan. Me parece que se abre una oportunidad en el llamado que realizó Esperanza Martínez de una unidad nacional de la oposición frente a la amenaza que se está viniendo. Hizo un llamado a los referentes opositores a nuclearse frente a lo que viene.
La idea de la concertación es la idea más óptima para la oposición en términos electorales y en términos de construir una alternativa real frente al oficialismo colorado. No veo que exista otra salida que no sea una coalición nacional, por supuesto bien trabajada, estableciendo ejes programáticos con tiempo y que pueda tener una conexión con sectores de la sociedad, con movimientos sociales, con campesinado, con pueblos indígenas, con toda la sociedad democrática paraguaya. Para eso también tiene que haber una renovación de los liderazgos políticos. Es necesario marcar una diferencia entre la oferta que nos están mostrando y lo que sabemos que es democrático, que tiene avales democráticos.