Teodolina Villalba, 42 años. Secretaria General de la Federación Nacional Campesina. De Yrybucua, departamento de San Pedro, al norte de Paraguay.
De niña, entre febrero y principio de marzo, cosechaba algodón. “Para ir a la escuela, para nuestro recreo cosechábamos y podíamos comprar nuestros cuadernos gracias al algodón”, recuerda. “Tengo 11 hermanos. Mi madre ya falleció hace más de 10 años, mi padre vive aún. Y más de cincuenta por ciento de mis hermanos integran la organización. Nuestro padre siempre fue parte de la Federación Nacional Campesina (FNC), yo empecé hace 15 años, siendo ya una adulta, y ahora, hace 6 años que estoy al frente”, cuenta.
Teodolina es la primera que llegó a la secretaría general de esta organización que tiene 28 años de existencia y no fue un regalo. Es madre de un joven de 24 años y su propia pareja, al principio, le reclamaba por sus ausencias en la casa. Muchas veces eran sus vecinos quienes tenían que ir a su casa a dar de comer a sus cerdos y a sus gallinas. “… pero hablamos de estas cosas y superamos. Como familia nos instalamos para luchar y superamos todo”, dice.
La organización tenía más de 20 años de lucha, pero ninguna mujer había llegado hasta entonces a ocupar el protagonismo real. “Fue el resultado del debate de trabajo de las compañeras”, dice.
Perder el miedo
En 1999, Teodolina venía a Asunción con su marido para marchar. Ese año, el pedido de los campesinos era la condonación de las deudas de los agricultores. “Las tierras estaban en peligro, las familias estaban a punto de perder incluso sus bueyes, por eso, esa fue la única vez que la Federación Nacional Campesina pidió la condonación de deudas”, dice. Los camiones de carga que transportaban a la gente estaban a punto de llegar a Asunción cuando los dirigentes se enteraron de que habían asesinado al vicepresidente Luis María Argaña. “Nos bajamos de cada uno de los camiones y nos sentamos a debatir qué hacer. No veníamos a pelear, pero dedicamos llegar sobre nuestro objetivo”, dice.
La crisis conocida como el Marzo Paraguayo derivó en un cambio de presidente, varios muertos y cientos de heridos. “Fue la vez que tuve miedo. Corríamos con mis compañeras, corríamos como podíamos cada vez que había represión. Nuestras ropas estaban mojadas e impregnadas de gases lacrimógenos. No teníamos forma de lavarla, estábamos ahí”, recuerda. Es que unos fanáticos del General Lino César Oviedo se pusieron en la azotea de un edificio y comenzaron a disparar con armas de fuego a la multitud. Siete jóvenes murieron y cerca de 700 heridos sobrevivieron en el proceso. “Tuve mucho miedo, no lo niego, realmente tuve miedo”, dice en guaraní.
Pero al año siguiente, en el 2000, Teodolina apoyó la ocupación de tierras que se convirtió en el asentamiento «Crescencio González», en Canindeyú. Como pequeña productora estaba en el lugar cuando llegó el desalojo y otra vez las balas cruzaron sobre su cabeza.
“Pasamos muchas cosas, pero triunfamos. Hoy, cuando vemos a cientos de familias que viven ahora tranquilamente dentro del asentamiento, decimos: ese es el resultado. Y tienen escuela, y tienen puesto de salud y tienen colegio. Vemos todavía a los jóvenes en los asentamientos campesinos salir a jugar partido, las mujeres juegan volley por las tardes. Todavía hay un relacionamiento con la producción, todavía hay relacionamiento con el colegio, con la escuela. Esos son resultados de la lucha”, dice.
Participación real de las mujeres
Las mujeres siempre participaban de la acción de la organización masivamente. En la lucha por la tierra, las mujeres iban a la ocupación; si había cierre de ruta, las mujeres eran muchísimas; en todas las actividades de la organización, las mujeres estaban participando, pero no estaban al frente de los micrófonos ni al momento de decidir.
“¿Qué significa eso? Que las mujeres no dirigían. Ella solo iba. Ella participaba con su presencia. Hacía de todo, pero ella no era la protagonista principal de decisión, de dirigir. Y esto metimos en debate como organización. Y para nosotros, esto tuvo un resultado importante y por eso le llamamos “Brigada de mujeres”, una reunión de mujeres donde conversamos como mujeres: ¿Cuáles son nuestros derechos? ¿Qué nos ataja? Hasta incluso profundizamos allí sobre cómo en la campaña (comunidad rural) hay propaganda. “Kuña osêramo ha ou, embuepotindemava´erâvoi”, “Mujer que sale, cuando vuelve hay que golpearla” se decía como chiste, por ejemplo, porque “sí o sí la mujer va a fallar”. Sobre la mujer se pone chistes para hacerla de menos, o menospreciarla. Y sobre esto conversamos y luchamos.”
Allá por el año 2007 la Federación Nacional Campesina(FNC) participó activamente en el pedido de la gratuidad para la salud materno infantil. «Con la Ley 10.540/2017 habíamos conquistado la gratuidad de la salud materno-infantil. Conseguimos un decreto. Para nosotras esto fue importante. Eso conseguimos con movilización departamental y nacional, una movilización de mujeres, dirigida por mujeres. Esto tuvo un resultado importante también al interior de la organización, porque no solo hablamos de la salud, hablamos de nuestra participación, de nuestro derecho y hablamos del machismo, cómo es fuerte en nuestro país».
Guarderías para participar políticamente
La organización entonces entendió que debía preparar “colectivos”, personas que se comprometen en asamblea a cuidar a los niños, pero en los primeros tiempos, otra vez se elegían a mujeres solamente. «Volvimos a conversar sobre esto y entonces empezaron los varones docentes y otros hombres de la comunidad que se comprometen a cuidar de los niños», recuerda.
Las guarderías fueron un punto para que las mujeres también puedan salir tranquilas a participar de la organización, pero había mucha violencia doméstica y muchos casos de acoso dentro de las comunidades y entonces se creó la «Brigada de Mujeres»
Brigada de mujeres
“Ante cada familia que se encuentra en esta situación de violencia en la comunidad, la brigada va e interviene. Se van entre 6, 10 o 15 compañeras y conversan con la familia. Muchísimas cosas superamos con estas conversaciones. Es decir, esta movilización de las mujeres hizo que tuviéramos muchísimos resultados e incluso, llegamos hasta tomar medidas” cuenta.
Las medidas de las brigadas de mujeres se da por ejemplo, si una mujer es golpeada o estando borracho el marido la corre. «Si ella denuncia, él es apresado por dos o tres días y luego sale a hacer lo mismo. Entonces, nosotras hablamos de esto. Esto es un problema ideológico, problema de línea, y no porque va dos o tres días a la Policía se cura, viene de la misma manera. Peor cosa viene a hacer. Entonces, ¿qué es lo que más duele? La “sanción social” le llamamos en la Federación Nacional Campesina ¿Qué es lo que más duele? ¡La comunidad! Al principio eran solo las mujeres que se organizaban y se juntaban. Después discutimos en la asamblea y a muchos compañeros les gustó y empezaron muchos varones a integrar la brigada. Al último, se normalizó: mujeres, hombres, juventud, niños, todos van cuando la brigada va a una familia. Se escucha y se habla sobre el tema. Algunos compañeros que violentan a su familia, como castigo, deben corpir la escuela, hacer el baño de la escuela, pintar la escuela, la comunidad, como castigo. Si va a la escuela a pintar y un alumno le pregunta, ese es el compromiso, ¿por qué está pintando solo?Por compromiso él debe responder: “ Tal cosa le hice a mi familia y la comunidad me está castigando”- La comunidad le fiscaliza. En la escuela, los docentes fiscalizan, se les cuenta a los docentes por qué esa persona debe cumplir ese castigo. A esto le llamamos “Castigo Social”, para que él se de cuenta, como persona, que no debe ser así. Nosotros queremos construir una mejor comunidad, una mejor vida, donde podamos estar contentos.
¿Por qué los hijos de los campesinos y las campesinas se van?
Teodolina tiene un hijo de 24 años que trabaja como navegante. Lo ve una vez al mes o cada mes y medio. Cuando habla de su hijo, Daniel Espínola Villalba, ella sonríe hasta con los ojos.
“Es un joven con mucha responsabilidad en su trabajo y siempre es mimado, hasta ahora. Como familia, estamos unidos”, dice. Aunque cada vez que viene, Daniel va a la chacra y no deja el kokué, se dedica a otro rubro.
¿Por qué los hijos de los campesinos y las campesinas no pueden seguir viviendo como campesinos? ¿Por qué se van? Para Teodolina esto es doloroso y claro: “Uno: la tierra, medio de producción está cara; y dos: la producción no tiene precio o no vale”.
Ella lo explica mejor: “Hay un gran problema en nuestro país. Uno, la acumulación de tierras es muy grande en pocas manos. Antes, un campesino tenía la posibilidad de comprar una tierra, pero ahora no. Un campesino llegaba a la juventud y si pensaba en tener una pareja, cultivaba unas hectáreas en la tierra de sus padres y podría comprar unas tierras, en la época del algodón como una producción de renta. Ahora, ni esperanza”
“Ahora, la tierra es muy cara y no hay gente que quiera vender sus tierras. No tenés posibilidad desde el Estado para acceder y en cuanto a la producción, desde el propio Estado se realiza una campaña de que el modelo de pequeño productor ya no puede avanzar o no puede funcionar. Entonces, esta es una campaña contra los pequeños productores y sus costumbres, su modo de vida. Esta es una campaña que incluso llega a la cabeza del pequeño productor: muchos padres y muchas madres dicen “no quiero más que mi hijo se queme en la chacra como yo ¿Quién hace esto? Desde el propio estado hay una campaña de comunicación para que la juventud campesina no quiera la tierra”, reflexiona.
Para los que tienen tierra, la producción no vale el precio que tiene que valer para valorar el trabajo. “Ahora por ejemplo, ¿cuántos jóvenes plantaron mandioca para estudiar? Y ahora, está a 20 mil guaraníes la bolsa que tiene 90 kilos. ¿Qué esperanza va a tener un joven o una joven en estudiar y trabajar al mismo tiempo en el campo? Es por esto que sólo el 14% de los jóvenes se quedan en el campo con sus padres. Y los que quieren tener un salario, los que quieren estudiar, salen de sus comunidades, salen a buscar otra cosa. Nosotros entendemos como organización que tenemos una contracampaña o una campaña en contra de los pequeños productores porque si los jóvenes aman la tierra ¿cuántas tierras de latifundio improductivo hay en el país?”
Para Teodolina, uno de los desafíos es ver la importancia de producir el propio alimento. “El pequeño productor tiene toda la posibilidad. Hablemos de mi casa: no se compra pollo o gallina, no se compra huevo, no se compra queso, no se compra aceite. Solo si querés comprás porque hay grasa de cerdo. ¡Muchas cosas! Para hacer una sopa no se compra nada. ¡Chipa guasú! Como organización reivindicamos el valor de los alimentos, y que estos sean sanos. Porque si vas al supermercado no sabés qué clase de alimentos estás comprando, si estás comprando transgénico o no. En esta realidad ya estamos en nuestro país. En cambio, lo que vos producís, sabés muy bien qué le estás dando a tu hijo o hija, que es algo sano. Todo esto nosotros ponemos en el debate. Es decir, encontramos que el propio estado tiene una política para que los jóvenes no amen la tierra”
Tierra y producción
En la XXVI Marcha de la Federación Nacional Campesina, que tuvo su acto central el 21 de marzo en la Plaza Uruguaya de Asunción la consigna principal es la tierra y producción para el desarrollo nacional y construyendo poder popular. «¿Por qué decimos construyendo poder popular? Porque creemos que la única manera de obligar es a través del poder popular. Ellos tienen sus proyectos para dar nuestras tierras a otros, para no dar a los campesinos y nosotros creemos que la Federación Nacional Campesina tiene una propuesta no sólo para el campesino, sino para todos los trabajadores»
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Fuente: Historia en sus zapatos