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Crisis y vigencia de los partidos políticos paraguayos. ¿A quiénes representan? – Parte I

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Myriam Yore
DECIDAMOS

Resumen

La crisis de la representación es una variable explicativa, entre otras, utilizada en Ciencia Política para abordar e intentar explicar el descrédito y la desafección ciudadana de los partidos políticos, como una tendencia mundial. El objetivo del presente artículo es, en primer lugar, realizar una breve mirada histórica conceptual sobre la aparición de la representación y el rol de los partidos políticos asociados a ella; y, en segundo lugar, un abordaje de carácter más empírico en el que se intentará explicar desde el enfoque organizativo, por qué los partidos políticos paraguayos, en particular los tradicionales, a pesar de la pérdida de credibilidad y representatividad, mantienen su vigencia y arraigo en parte importante del electorado. ¿A quiénes representan los partidos políticos paraguayos?

La representación política

La aparición de la representación y la emergencia de los partidos políticos asociados a ella se dan en el mismo momento histórico. Los partidos políticos aparecen entre los siglos XVIII y XIX, como la consecuencia de la masificación de las sociedades y la expansión territorial de los Estados. Ambas dinámicas van a dar lugar a un nuevo concepto: el de la representación política (Malamud, 2000).

La institución de la representación (elemento tradicionalmente no democrático) aparece como el mecanismo a través del cual la deliberación pública y las decisiones de gobierno se trasladan desde el titular de la soberanía democrática (el pueblo) hacia quienes aparecen ahora como los agentes de aquel soberano (los representantes) (Ibidem).

La representación establece la frontera histórica y teórica entre la democracia antigua (o directa) y la moderna (representativa) al tiempo que va separando al gobierno por medio de personas – ya sea en asamblea, consejo o monarquía- del gobierno por medio de partidos, o gobierno de partidos.

El gobierno que aparece con el liberalismo es el gobierno representativo. Al rescatar el concepto de representación, el liberalismo modificaría fundamentalmente a la democracia, pues se incorporará un elemento tradicionalmente no democrático como es la representación.

La dimensión de la política y de la democracia se modifican: ya deja de ser democracia directa para transformarse en democracia representativa. En la visión de Lijphart (1999) cabe rectificar el concepto clásico de democracia, desde el gobierno del pueblo por el de gobierno de los representantes del pueblo.

No obstante, se debe aclarar que inicialmente, el gobierno representativo moderno se estableció sin partidos políticos organizados. Los fundadores del gobierno representativo moderno, surgido tras las revoluciones burguesas hace 200 años, consideraban la división en partidos o “facciones” como una amenaza contra el sistema que estaban fundando (Manin, 1998).

Partidos surgen como facciones

La condición histórica del surgimiento de los primeros partidos políticos fue el incremento de la participación política, a partir de la profundización del proceso de urbanización de los siglos XVIII y XIX; así como la expansión de atribuciones del Parlamento1

Los partidos surgen en el ámbito parlamentario, donde los portadores (representantes) de ideas afines, intereses coincidentes o aun simpatías personales, elaboraron los primeros lazos de solidaridad de las que en un principio serían llamadas peyorativamente “facciones”. El término aludía a las divisiones políticas subnacionales a las que la concepción conservadora organicista, holista y monocrática de la sociedad entonces reinante, calificaba de antinatural, como divergencias patológicas en el seno de la sociedad.

En todos los países, compartieron la mala fama de ser percibidos inicialmente como agrupaciones facciosas, que actuaban en desmedro del bien común persiguiendo sus intereses egoístas.

De todos modos, un análisis exigente sobre la génesis de los partidos políticos debería contemplar la medida en que cada caso particular, responde a distintos factores, sean éstos institucionales, históricos o estructurales 2

Giovanni Sartori (citado por Alcántara, 1997: 43), afirma que: “un partido es cualquier grupo político identificado con una etiqueta oficial que presenta a las elecciones, y puede sacar en elecciones (libres o no), candidatos a cargos públicos”. Es una definición “mínima”, elaborada en torno a objetivos que se suponen propios de cualquier partido, contrasta con definiciones elaboradas en base a las metas ideológicas de los partidos.

Rol de los partidos políticos en una democracia representativa

Un criterio aceptado por la mayoría de la comunidad académica, para conceptualizar a los partidos políticos, admite que se los ubique simplemente como factores de intermediación entre la sociedad y el Estado.

Más específicamente, cuando la corriente de interacción fluye desde la sociedad hacia el Estado, las tareas básicas de los partidos políticos serán: 1) la agregación y el filtro de las demandas; 2) la movilización e integración social; y 3) la estructuración del voto.

Los partidos políticos en el enfoque organizativo

Existen diversos criterios para clasificar a los partidos políticos. El que se adopte depende de las hipótesis que orienten la investigación, aunque históricamente estuvieran predeterminadas por el marco teórico e ideológico de cada autor.

Malamud (2000) construye una tipología triple de los partidos políticos en función de los siguientes ejes: partidos políticos definidos por: a. su base social; b. su orientación ideológica; y c. su estructura organizativa.

Con lo cual, dependiendo de las posiciones sostenidas por los académicos, para algunos, lo que define a un partido es su sociología; para otros es su ideología; y para otros más, lo que define a un partido es su organización interna. La mayoría de los trabajos y análisis sobre esta temática cabalgan sobre uno de estos criterios, o bien sobre una combinación de ellos.

Autores como Angelo Panebianco (1990) parten de la idea de que para comprender la actividad, el funcionamiento y las transformaciones de los partidos políticos. hay que desvelar el «núcleo organizativo» y reconocer que los partidos son, ante todo, organizaciones y que el análisis organizativo debe, por tanto, preceder a cualquier otro planteamiento.

Los partidos –al igual que cualquiera otra organización- se distinguen por el específico ambiente en el que desarrollan una específica actividad. Sean cuales fueran los demás posibles escenarios que comparten con otras organizaciones sólo los partidos operan en la escena electoral y compiten por los votos. Esto permite distinguir a los partidos por una cierta actividad ligada a un ambiente determinado, que no tienen en común con ningún otro tipo de organización.

En su abordaje de los problemas que afrontan los partidos en tanto organizaciones, Panebianco identifica una serie de dilemas organizativos; son exigencias contradictorias que cualquier partido, en tanto que organización compleja, debe equilibrar de un modo u otro para mantenerse. Deduce estos dilemas de modelos teóricos presentes en la literatura sobre las organizaciones, que constituyen otras tantas formas de descripción de aquéllas.

Dilema I: modelo racional versus modelo del sistema natural. Dilema II: incentivos colectivos versus incentivos selectivos. Dilema III: Adaptación al ambiente versus predominio. Dilema IV: Libertad de acción versus constricciones organizativas.

El dilema I referido al modelo racional versus el modelo del sistema natural es la más clásica de las alternativas existentes en la teoría de las organizaciones sobre el modo de concebirlas.

1.Para el modelo racional, las organizaciones son instrumentos para la realización de fines específicos (y especificables). Tanto las actividades como la fisonomía o el orden interno de toda organización son comprensibles a la luz de sus fines organizativos. Si es una asociación voluntaria, el modelo predica la identificación de los participantes con los fines organizativos. Existe una “causa común”. Se trata de un “paradigma de los fines”.

2. El modelo de la organización como sistema natural, en contraste, no contempla la organización principalmente como un instrumento para la realización de los fines de sus titulares. Sino más bien como una estructura que responde y se adapta a una multiplicidad de demandas por parte de los distintos jugadores y que trata de mantener el equilibrio conciliando aquellas demandas.

El papel de los dirigentes también es distinto. En el modelo racional, a los dirigentes incumbe la máxima responsabilidad en dirigir la organización hacia la realización de sus objetivos. En el modelo del sistema natural, el management organizativo adquiere una especie de papel mediador, de equilibrio, de ponderación entre las diversas demandas.

Ambos modelos suelen presentarse como contrapuestos. La presencia de uno excluiría la del otro: si la organización es un sistema natural no puede ser a la vez un instrumento para la realización de fines específicos, y viceversa. Siguiendo a Robert Michels, se presentan como consecutivos: las organizaciones nacen para la realización de ciertos fines compartidos por los participantes y en torno a los cuales se forja la fisonomía de la organización. (según el modelo racional). Con el paso del tiempo, las organizaciones desarrollan en su interior tendencias, a la autoconservación y, a la diversificación de los fines de los distintos actores organizativos (según la perspectiva del sistema natural).

La teoría de la “sustitución de los fines” de Michels ilustra el paso de la organización desde su etapa de instrumento para la realización de ciertos objetivos: las metas socialistas originarias del partido; a la de sistema natural, en la cual el imperativo de la supervivencia y los objetivos particulares de los actores organizativos llegan a ser preponderantes.

Tanto esta hipótesis sobre la evolución organizativa (y sobre la transformación, con el paso del tiempo, de las relaciones fines-organización) como, más en general, el modelo del sistema natural, ofrecen para Panebianco (1990) una imagen más realista y convincente de las organizaciones, que el modelo racional.

En una organización consolidada, las actividades destinadas a asegurar su supervivencia, predominan sobre las relacionadas con la búsqueda de los fines para los que surgió la organización. Igualmente, los distintos actores organizativos persiguen una pluralidad de objetivos a menudo contradictorios entre sí Y, el equilibrio organizativo depende del modo en que los líderes medien entre las distintas demandas particulares en lucha.

Evolución organizativa de los partidos políticos

Panebianco (1990) propone un modelo de evolución organizativa de los partidos políticos en base a algunas tendencias operantes en numerosos partidos y que combinadas delinean un modelo de evolución organizativa en tres fases: génesis, institucionalización y madurez. Las estructuras organizativas de los partidos son la resultante del modo en que éstos van resolviendo y equilibrando a lo largo del tiempo, algunos dilemas o exigencias organizativas que se le presentan a lo largo de su evolución.

Para ilustrar este tipo ideal de evolución organizativa, el autor se apoya en dos teorías que tienen entre sí algunos elementos en común y de cuya combinación emerge una hipótesis sobre la evolución de las organizaciones. La primera teoría, es la de Robert Michels, sobre el desarrollo oligárquico de los partidos. La segunda teoría es de Alejandro Pizzorno sobre el desarrollo de la participación política, se basa en la distinción sociológica entre “sistemas de solidaridad” y “sistemas de intereses”.

La teoría sobre el desarrollo oligárquico de los partidos políticos, afirma que todo partido está destinado a pasar de una fase originaria en la que la organización está enteramente dedicada a la realización de la “causa” a otra sucesiva en la que: a) el crecimiento de las dimensiones del partido; b) la burocratización; c) la apatía de los afiliados tras el entusiasmo participativo inicial; d) la voluntad de los jefes de conservar el poder, transforma el partido en una organización en la cual el fin real es la conservación de sí mismo, la supervivencia organizativa. Panebianco admite la existencia de una tendencia en esa dirección, hacia la oligarquización de los partidos.

La teoría de Pizzorno sobre el desarrollo de la participación política, distingue entre “sistemas de solidaridad” y “sistemas de intereses”. Característico de un sistema de solidaridad es su condición de “comunidad” de iguales en la que los fines de los participantes coinciden; es “(…) un sistema de acción con vistas a la solidaridad entre los actores”. En contrapartida, un sistema de intereses es una “sociedad” en la que los fines de los participantes son divergentes; es “(…) un sistema de acción con vistas a los intereses del actor”.

En el primer caso prevalece la cooperación para la realización del fin común. En el segundo caso prevalece la competición para la satisfacción de intereses divergentes. En su constitución, un partido es una “asociación entre iguales” organizada para la realización de un fin común; se trata de un sistema de solidaridad. Con el paso del tiempo, el partido tiende a transformarse y deja de ser un sistema de solidaridad para convertirse en un sistema de intereses.

Según Panebianco (1990), la transición del primer momento al segundo se produce a través del proceso de institucionalización de la organización partidista. El término institucionalización lo define como la consolidación de la organización; el paso de una fase de fluidez estructural inicial, cuando la neo-nata organización se halla aún en construcción, a una fase en que al estabilizarse, desarrolla intereses estables en la propia supervivencia y lealtades organizativas igualmente estables.

Con la institucionalización asistimos al paso de una fase en la que el partido, en cuanto sistema de solidaridad orientado a la realización de sus fines oficiales, se corresponde con el modelo “racional”, a otra sucesiva en la que, se transforma en un sistema de intereses, desarrolla tendencias oligárquicas y se desplaza en la dirección del modelo del “sistema natural”.

Se trata de un modelo con tres fases: Génesis, Institucionalización, Madurez. Los caracteres de la fase I (génesis) se oponen simétricamente a los de la fase III (madurez).

1 El sustrato indispensable sobre el que se desarrollaron (y al que robustecieron) los partidos fue el órgano de representación política por excelencia: el parlamento, aquel al que la ascendente burguesía fue constituyendo en herramienta de control de las medidas de gobierno.

2. Las causas del surgimiento de los partidos han sido explicadas por: a. las Teorías institucionales (Ostrogorski-Duverger); b. el Enfoque histórico-comparativo (Stein Rokkan); y c. las Teorías del desarrollo (estructural) sociedad, las funciones que cumplen los partidos políticos abarcan: desde el 4) reclutamiento de las élites y personal político, hasta 5) la formación de políticas públicas. En definitiva, la actividad que realizan los partidos políticos puede ser resumida en los conceptos de representación (de la sociedad en el Estado) y gobierno (sobre la sociedad por el Estado) (Malamud, 2000).

Referencias bibliográficas

Alcántara Sáez, Manuel (1997). “Las tipologías y las funciones de los partidos políticos” EN: AA.VV. Mella Márquez, Manuel –editor-. Curso de Partidos Políticos. Capítulo II. Madrid: Akal Ediciones.

Lijphart, A. (1999) Las democracias contemporáneas. Un estudio comparativo, Barcelona, Editorial Ariel, Caps. 1-2.

Malamud, Andrés (2000) “Los partidos políticos”, en Pinto, Julio (comp.). Introducción a la Ciencia Política, Buenos Aires, Eudeba. UBA. Cap. 7.

Manin, B. (1998) Los principios del gobierno representativo, Madrid, Alianza, Introducción y Cap. 6.

Panebianco, A. (1990) Modelos de partidos, Madrid, Alianza, Caps. 1 y 14.

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