El motivo de tan altas expectativas era uno fundamentalmente: para no superar un aumento de la temperatura global por encima de 1.5ºC a lo largo del siglo, eran necesarios unos compromisos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, por parte de los países, lo suficientemente ambiciosos para conseguirlo. Lo datos previos iban en la dirección contraria. El último informe científico ya advertía que el esfuerzo conjunto de los países era claramente insuficiente para mantenernos por debajo de 1.5ºC. Con los compromisos de los países puestos sobre la mesa, y en caso de cumplirlos, podríamos llegar al menos a una temperatura superior a los 2.7ºC al final del siglo. Pero, además, al ritmo actual de emisiones, en 2030 estaríamos produciendo un 17% más de estos gases, respecto de 2010 como año de referencia. El Acuerdo de París había previsto revisar estos compromisos cada 5 años, “para aumentar la ambición”, y la cumbre de Glasgow, la COP26, era el lugar esperado para ello.
La justicia climática para Manos Unidas
Desde 2008, cuando Manos Unidas se unió a la campaña de Cidse “Plantando un Clima de Justicia”, el cambio climático se ha convertido en un factor central en nuestro trabajo para la lucha contra el hambre y la pobreza. Y hablamos en términos de “justicia climática” porque, si bien el calentamiento global es algo que nos afecta a todos, lo cierto es que los países y las comunidades más pobres, por un lado, son las que emiten menos gases de efecto invernadero. Pero, por otro lado, son quienes más sufren los impactos del cambio climático, y son, además, quienes tienen menos recursos para adaptarse a los cambios necesarios. Por ejemplo, los procesos de desertificación y disminución de los recursos hídricos en algunos países, son consecuencia de las emisiones generadas a escala global. Pero son las personas más pobres de esos países quienes sufren las consecuencias en su agricultura y alimentación. Se calcula que entre 1990 y 2015, el 10% más rico de la población mundial emitió el 52% de los gases de efecto invernadero. Mientras tanto, el 50% más pobre del planeta, emitió en su conjunto, solo el 7% de estos gases.
Por tanto, nada de lo que ocurra en relación al cambio climático nos es indiferente. Porque sabemos que sus efectos serán cada vez más intensos y devastadores, haciendo mucho más difícil una vida digna para millones de personas vulnerables, que viven en la pobreza y la exclusión.
¿Qué esperábamos entonces de la COP26?
No solamente esperábamos nuevos compromisos de los países, más ambiciosos y acordes con la ciencia, para mitigar sus emisiones de gases de efecto invernadero. Desde la justicia climática, otras cuestiones nos parecen igual de relevantes:
- Financiación climática. En la COP16, los países desarrollados asumieron el compromiso de financiar, con 100 mil millones de dólares anuales, los procesos de mitigación y de adaptación al cambio climático de los países en desarrollo. Este compromiso tenía que haberse cumplido en 2020. Pero en la actualidad los fondos disponibles están lejos de esa cantidad, y su uso mayoritario es para apoyar proyectos de mitigación, mientras que los proyectos de adaptación, que tanto necesitan las poblaciones más vulnerables, reciben menos del 20% del total disponible.
- Mecanismos de pérdidas y daños. El aumento de la temperatura nos está llevando a fenómenos climáticos cada vez más intensos y cada vez más frecuentes en todo el planeta. Pero nuevamente son los países más pobres los que sufren con mayor virulencia estos fenómenos, afectando especialmente a la población más vulnerable y sin recursos. Por este motivo desde la COP24 se plantea la existencia de un mecanismo financiero, dirigido a apoyar a los países pobres en los gastos sobrevenidos por las pérdidas y daños de estos desastres climáticos.
- El cambio climático y la agricultura. Nuestro sistema actual de producción de alimentos, en su conjunto, es el responsable de un tercio del total de gases de efecto invernadero emitidos a la atmósfera. Y por otro lado, la intensificación del cambio climático está reduciendo drásticamente las posibilidades de cultivar alimentos en países pobres, con sequías cada vez más largas y procesos de desertificación. Urge transformar nuestros sistemas alimentarios de producción y consumo de alimentos. Y es esencial para la lucha contra el hambre.
Y bien, ¿qué resultados hemos obtenido de la COP26?
¿Se avanzó en todos los temas clave relevantes para la justicia climática?
- Mitigación. A pesar de que los compromisos de los países han mejorado en ambición, lo cierto es que sus promesas actuales nos llevarían todavía a una temperatura más alta de 1.8ºC. Si bien los países decidieron revisar sus compromisos anualmente, en lugar de cada cinco años como preveía el Acuerdo de París, se trata siempre de compromisos voluntarios, lejos de obligaciones “jurídicamente vinculantes” como se planteaba hace unos años. Para Manos Unidas los avances son tímidos y se encuentran lejos de la urgencia que reclama la justicia climática. Los tiempos de los más pobres y vulnerables no son los tiempos de los negociadores.
- Adaptación. Ha habido un avance importante en relación a los fondos para la adaptación al cambio climático de los países en desarrollo. Se ha decidido duplicar los fondos para la adaptación, a partir del 2025. Esta es una buena noticia. Esperamos que a la disponibilidad de nuevos fondos, además de hacerse realidad, corresponda el beneficio de las comunidades y pueblos más vulnerables de los países más pobres.
- Pérdidas y daños. Se ha seguido avanzando en la creación de un mecanismo de ayuda para las pérdidas y daños en los países más pobres, provocadas por el cambio climático. Ésta también es una buena noticia, aunque habrá que esperar todavía a ver cómo y cuándo se pone en funcionamiento, y con qué recursos financieros.
- Alimentación y cambio climático. No ha habido avances significativos en este apartado en particular, y echamos de menos una posición firme de la COP que impulse la transformación de los sistemas alimentarios. No obstante, todo avance en mitigación y adaptación son bienvenidos, porque directamente afectan a la transformación de la agricultura, y permiten apoyar los procesos de adaptación de millones de campesinos que viven a expensas de la salud de sus ecosistemas.
Finalmente, no queremos dejar de comentar que nuestro trabajo por la justicia climática va de la mano de nuestro trabajo en red con CIDSE (organizaciones católicas de desarrollo de Europa y América del Norte). En los últimos años, bajo el paraguas de la campaña “Cambia por el planeta, cuida de las personas” hemos ido trabajando con jóvenes de Manos Unidas cuestiones tan importantes como la justicia climática, el derecho a la alimentación, y la necesidad de estilos de vida sostenible acordes con el cuidado del planeta y de las personas más vulnerables.
En este contexto, durante la COP, tuvimos la oportunidad de reunirnos en Madrid con jóvenes de diferentes Delegaciones, para hacer seguimiento de las negociaciones, profundizar en las cuestiones más delicadas para Manos Unidas, y seguir manifestando, como jóvenes, su compromiso y disponibilidad para construir un mundo más justo y sostenible, donde el hambre, finalmente, forme parte de la historia. Con ellos seguiremos trabajando en los próximos años. Y por la justicia climática.
Fuente: Manos Unidas