Un contexto sobre lo que pasaba en Paraguay durante la Guerra Fría, sus influencias y consecuencias.
¿Qué pasaba en Paraguay durante la Guerra Fría? En general y, sobre todo, para los más jóvenes, nos parece algo lejano y remoto, pero hubo consecuencias directas para nuestro país. Para entenderlo, es necesario primero repasar el contexto internacional.
“Guerra Fría” es una expresión que, aparentemente, fue originalmente utilizada por George Orwell, el famoso escritor de la distopía 1984 o de Rebelión en la granja, para referirse a un momento particular de la historia de la humanidad que empezaba a vivirse inmediatamente después del fin de la Segunda Guerra Mundial (1945) y que, de un modo más o menos arbitrario, se acepta que duró hasta 1989, con la caída del Muro de Berlín, para poner un hito simbólico a esta etapa del mundo.
Este periodo está fundamentalmente signado por la posibilidad de la explosión de una bomba atómica, cuyos efectos devastadores la humanidad había conocido por primera vez con las bombas lanzadas por Estados Unidos que provocaron la destrucción de Hiroshima y de Nagasaki (1945). Cinco años después, también la Unión Soviética tendría su propia bomba atómica. Esto conllevó la negociación de las fronteras de Europa de una manera muy particular, sabiendo que ambas potencias podían destruirse mutuamente. Aquellos aliados vencedores de la guerra partieron Europa en lo que después sería también la partición del mundo (que, por eso, se llamó «mundo bipolar») entre los que estaban bajo la influencia de los Estados Unidos y los países que estaban bajo la soviética.
Para asegurarse el triunfo militar, Estados Unidos impulsó la formación de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, más conocida por sus siglas, OTAN (1949), y, unos años después, la creación del Pacto de Varsovia. Rusia, por su parte, debía tomar medidas para evitar una invasión desde sus fronteras del Oeste, por lo que necesitaba tener “estados tapones”, gobiernos bajo la influencia del poder soviético.
En los años siguientes fueron sumándose otros países. Como el enfrentamiento no podía darse directamente entre Estados Unidos y Rusia, debido al potencial destructivo de las armas nucleares, las diferencias ideológicas se trasladarían a una cuestión geopolítica, es decir, a los territorios del mundo que estaban en los distintos continentes y que empezaron a ser disputados por las dos potencias. A la par, se iniciaba una enloquecida carrera armamentista entre ambas.
El principal lugar de conflicto fue Alemania, el imperio derrotado por la guerra. Allí hubo conflictos muy serios que, incluso para la generación de la época, fueron el comienzo del temor de una deflagración nuclear. En 1948 se dio el bloqueo de Berlín e inició la construcción de lo que después se llamaría la Cortina de Hierro, mientras Estados Unidos apertrechaba la OTAN y colaboraba con la reconstrucción de Europa Occidental a través del Plan Marshall.
En los siguientes años se dieron otros conflictos importantes, como la guerra de Corea, que finalizó en 1953 con la división que permanece hasta hoy día; o la guerra de Suez, en 1956, enfrentamiento de Egipto con la alianza formada por Francia, Reino Unido e Israel que, entre otras consecuencias, significó el fin del rol de Reino Unido y Francia como superpotencias. Quizás el de mayor trascendencia simbólica fue la revolución cubana, en 1959, pues fue una victoria mediática sustancial para la Unión Soviética —si bien, inicialmente, aquellos revolucionarios que entraron en La Habana descendiendo de la Sierra Maestra no se declararon comunistas—. Aquello fue simbólicamente tan trascendental que la imagen de la revolución permeó el pensamiento de sectores juveniles y opositores de toda América Latina a lo largo de la década siguiente.
Mientras el mundo se reconfiguraba, Paraguay atravesaba cambios.
A lo largo de la guerra, predominaba tanto entre los militares, en el Partido Colorado, en un sector influyente del Partido Liberal e, incluso, en prácticamente la mitad del febrerismo una corriente muy fuerte de tendencia fascista, casi de copia del modelo totalitario del Eje. Cuando Alemania pierde la guerra, se da un viraje desde el gobierno paraguayo, el cual se alía con los Estados Unidos. No solo le “declaramos” la guerra a Alemania, sino que se tomaron medidas como la expropiación de clubes y casas, e incluso se cerró el colegio Goethe.
Con la llegada de Alfredo Stroessner al poder ( 1954) , las relaciones con Estados Unidos se estrecharían. Se erigió como el “campeón mundial del anticomunismo” (como decía su propia propaganda) a cambio del apoyo económico y militar de la potencia. Ese anticomunismo, que traspasaría a todos los campos de la sociedad, se vio refrendado entre 1959 y 1960 por el ingreso desde la Argentina de guerrilleros paraguayos del Movimiento 14 de Mayo y del Frente Unido de Liberación Nacional (FULNA), provenientes sobre todo de la Argentina, que intentaron replicar lo que habían hecho los revolucionarios de Cuba. Aquellos intentos, que involucraron a militantes del partido Liberal y del febrerismo en el primer caso y fundamentalmente a militantes comunistas en el segundo, terminaron en un estrepitoso fracaso y le dieron un argumento extraordinario a Stroessner para que el ejército paraguayo fuera consolidado económicamente y, sobre todo, fuera leal ideológicamente.
Si bien la inversión americana en Paraguay seguía siendo pequeña, el país se volvió importante por su posición estratégica en el centro de América del Sur. El investigador Andrew Nickson llama la atención sobre el hecho de que la embajada norteamericana más extensa físicamente de la región tiene su sede en Asunción. Aquí estaba instalada la principal estación de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) en América Latina, conocida por los agentes como el puesto de escucha. Había dos puestos de escucha de comunicaciones de la época. Uno en Panamá y otro en Asunción.
El apoyo militar de Estados Unidos para Latinoamérica se dio también a través de la Escuela de las Américas, ubicada en zona del canal de Panamá, a la que asistieron miles y miles de oficiales latinoamericanos. Allí les enseñaban cómo operar contra la guerrilla, cómo enfrentar a los movimientos subversivos que pululaban en varios lugares de América Latina. Se estima que más de dos mil militares paraguayos pasaron por los distintos cursos de la Escuela de las Américas.
Este apoyo se trasladó también a la estructura policial. Ya en 1956, Estados Unidos tuvo su propia estación policial en el centro de Asunción, cerca del Departamento de Investigaciones del Cuartel Central de Policía: la Dirección Nacional de Asuntos Técnicos, en donde había policías, es cierto, pero que estaba manejada por un civil, el señor Antonio Campos Alum. Esta institución, que dependía no de la Policía, sino del Ministerio del Interior, fue creada por el agente policial norteamericano Robert Thierry, quien estuvo tres años en el país y del cual supimos algo a través del Archivo del Terror (recién en 1992), puesto que su presencia en Paraguay se manejó con el mayor secreto; fue quien ideó y diseñó el sistema represivo policial-militar, distinto a lo que en la década del 70 tendrían todas las otras dictaduras de la región.
Había, además, un apoyo político muy importante. Campos Alum se desempañaba también como presidente de la Liga Mundial Anticomunista, una asociación política internacional con mucha influencia de Taiwán, pero sobre todo de la derecha, la ultra derecha europea, en donde Paraguay siempre tuvo preminencia.
En Paraguay no hubo necesidad de centros clandestinos de detención. Las detenciones se hacían en lugares públicos, en edificios céntricos, en donde todos sabían que ahí se torturaba. El trabajo sucio, salvo en contadas ocasiones en que intervenían los militares haciendo, era llevado a cabo por la Policía. Sin embargo, los comandantes de la policía eran militares. Alcibiades Brítez Borges, jefe de la Policía de la Capital desde la década del 60 hasta que cayó Stroessner, era general.
A través de este híbrido político-militar y policial, se fue diseñando lo que sería otra de las características del régimen: la represión sería revestida con un marco de legalidad, amparada por la Ley Nº294 “La Defensa de la Democracia”, promulgada el 17 de octubre de 1955, instalando uno de los eslóganes más «exitosos» del stronismo: el Paraguay sería una democracia sin comunismo. Esta era una ley chicle. Todo aquello que pudiera parecer comunismo, que atentara contra la paz pública, que propusiera la lucha de clases, etcétera, sería tachado como delincuencial por la ley. Así, los jueces aplicaban la ley 294 al opositor, al dirigente popular preso, y le otorgaban un revestimiento jurídico a una auténtica violación de los derechos humanos.
En 1970 se actualizaría esta ley con la Ley 209 “De Defensa de la Paz Pública y Libertad de las Personas”, más elástica. Con su aplicación, muchos de nuestros conciudadanos pasaron por Emboscada y Tacumbú. Si bien seguía sin existir la posibilidad de ser defendido con independencia judicial, esta innovación garantizaba un juez, un plazo y un lugar público de detención. Para muchos la aplicación de la ley 209 era la tranquilidad de saber que no los iban a desaparecer o mantener ocultos durante lustros en una celda, como les pasó a otros.
La Constitución de 1967 completaría la trilogía jurídica que permitía una represión enmascarada por la aplicación de la ley en un gobierno que se decía democrático. Con esta Constitución se decretaba el estado de sitio, en el artículo 79, que permitía al Estado realizar detenciones sin tener que brindar explicaciones. Luego de unos años, el estado de sitio se limitó a tres departamentos: la frontera de Alto Paraná, Itapúa y Asunción. Pero esencialmente no hubo ningún cambio: si alguien era detenido en un departamento en donde no regía el estado de sitio, se hablaba de “aprehensión”, luego se lo trasladaba a un departamento donde sí regía el estado de sitio y pasaba a ser detenido. Era una farsa.
Resumen del Conversatorio realizado el 30 de octubre del 2029, por Alfredo Boccia Paz, sobre la Doctrina de la Seguridad Nacional en el stronismo Parte 1.
Fuente fotos: Archivo Última Hora, Huffington Post, Asociación Cultural Mandu’arã, paraguay.com